Ashaninka Viajera
Latinoamerica
Desde la Selva al Mar: El primer vuelo de una mujer Asháninka
HAITI & REPUBLICA DOMINICANA
Por primera vez dejé atrás mi selva. Dejé los ríos que susurran en las madrugadas, los árboles que me vieron crecer, los animales que nos cuidan y nos hablan en sueños, mi casa de madera, mi madre, mi gente. Caminé con el corazón lleno, no de miedo, sino de curiosidad profunda. Tomé canoas, caminé por trochas, monté en carros, motos y buses. Atravesé territorios conocidos y desconocidos hasta llegar a Lima. Desde ahí, subí a un avión por primera vez. Sentí que entraba a uno de esos "departamentos voladores" que sólo había visto en películas.
Desde el cielo, vi las nubes de otra manera. No eran las que flotaban sobre la copa de los árboles, sino un mar blanco y suave, como si la Tierra también soñara. El cielo se abría y yo también.
Viajé sin saber lo que me esperaba. No había leído sobre Haití, sólo tenía recuerdos borrosos del terremoto de 2010. Pero sabía que necesitaba mirar, escuchar, comprender. Al llegar, me recibió mi familia extendida: el escritor Alejandro Carnero y mi hermana Marishori Samani. Llevaba poca ropa, sólo lo esencial, porque sabía que lo importante no estaba en la maleta.
Haití me golpeó y me abrazó. Sentí el calor —más intenso que en mi selva—, el polvo de los escombros, las miradas de la gente en las calles rotas, la vida luchando por levantarse. Y también vi la belleza: fuera de Puerto Príncipe, en las islas, el paisaje era un espejo de otro mundo. El mar turquesa, la arena blanca, el canto de las olas y el silencio del horizonte. Ahí entendí que incluso en el dolor más profundo, hay un corazón que sigue latiendo.
Este viaje fue mi primer vuelo veloz. No sólo por el avión, sino por lo que despertó en mí. Como mujer indígena Asháninka, cruzar fronteras no es sólo geografía: es alma. Mi cuerpo estaba lejos del río Perene, pero mi espíritu seguía hablando con los árboles. A cada paso, fui llevando la voz de mi pueblo, nuestra historia tejida de cantos, pintura, fuego y memoria.
Y así, desde el corazón del bosque hasta las costas del Caribe, comencé a entender que el mundo es diverso, complejo, a veces cruel, y profundamente hermoso. Que hay muchas realidades, pero un solo llamado: resistir y amar la vida con todo lo que somos.
Después de Haití, llegué a República Dominicana. Recorrí sus costas, sentí la caricia de sus playas de agua celeste y profunda, y el calor sincero de su gente. Llegar hasta el río más corto del mundo, el rio Pato, fue un regalo. Ver cómo sus aguas dulces se funden con el mar salado me recordó algo esencial: todo es uno solo. Que cada ser necesita del otro, incluso entre silencios y ruidos, entre lo visible y lo que sólo se siente.as estrellas.
AFRICA
NigerPasé el día en Roma, Italia. Fui al coliseo y a diferentes zonas de la ciudad. Qué lugar tan fascinante para visitar, la comida, la cultura, la historia, todo eso, manteniendo mi mente en movimiento mientras camino por la ciudad paso a paso. Experimentar todas las cosas buenas que la ciudad tiene para ofrecer y también sentir la La energía de su pasado realmente ayuda a poner perspectiva sobre otras partes del mundo y me empuja a buscar más lugares alrededor de este planeta que flota entre las estrellas.
EUROPA
Italia, Slovenia, Croacia, Francia, Espana
Pasé el día en Roma, Italia. Fui al coliseo y a diferentes zonas de la ciudad. Qué lugar tan fascinante para visitar, la comida, la cultura, la historia, todo eso, manteniendo mi mente en movimiento mientras camino por la ciudad paso a paso. Experimentar todas las cosas buenas que la ciudad tiene para ofrecer y también sentir la La energía de su pasado realmente ayuda a poner perspectiva sobre otras partes del mundo y me empuja a buscar más lugares alrededor de este planeta que flota entre las estrellas.